La Leyenda



Monolito Cruz de Malta
Gárgola

LA LEYENDA


CUENTO O REALIDAD

(Así me lo contó mi padre, así se lo contó mi abuela y así lo cuento yo)


“Debido a la escasez de alimentos, provocado por el gélido invierno de aquel año de principios del siglo XIX, una vieja y solitaria loba, que durante muchos años había campado a sus anchas por la sierra del Moncayo, fue descendiendo hasta instalarse en el término de Ainzón. Su ferocidad era tal que durante varios días sembró el terror entre los vecinos del lugar, atacando a las caballerías de los labradores que regresaban rezagados del monte y entrando con nocturnidad en las parideras de ganado, provocando autenticas carnicerías.
  Esteban, propietario de un rebaño de ovejas en la Torre de Campos, hombre valeroso y hábil cazador, se apostó bien pertrechado, durante varias noches a esperarla, dispuesto a poner fin a tales desmanes. Obtuvo su recompensa y cuando comenzaba a clarear el alba del tercer día divisó a la fiera, dispuesta a asaltar su redil. Decidido, apuntó con su trabuco y de un certero disparo la abatió. El animal, entre los últimos estertores de la muerte, maldijo al cazador: él y todos sus descendientes que heredaran este  lugar morirían como ella, viejos, solos y con enfermedad mental.
  Fue mucha la algarabía entre las gentes de la villa al conocer la noticia y, Esteban, para perdurar en el tiempo este hecho, decidió disecar al feroz animal y colocarlo en lo alto de la escalera de su casa solariega de Ainzón, en donde seguía sembrando el pánico entre niños e incrédulos. Con el paso de los años a esta casa se la comenzó a llamar entre sus convecinos “ La casa de la loba”.
   Los descendientes de Esteban, para evitar en lo posible la maldición, trasladaron al animal disecado a la Torre de Campos, con el fin de que no estuviera sola colocaron en la fachada de la casa unas cabezas de lobo talladas en piedra a modo de gárgolas, y en el lugar donde cayó muerta levantaron un monolito coronado con una Cruz de Malta, que se recorta sobre el crucero de la ermita de San Sebastián que se divisa a lo lejos.
  Y cuentan, que en las frías y silenciosa noches del primer plenilunio de invierno, desde este lugar, aún pueden oírse los aullidos del animal antes de abalanzarse sobre sus presas.”


No sé si será cuento o realidad, solo sé que las gárgolas existen, que la Cruz existe y que la loba disecada existe.

 S.de Llanza